Un término surgido en la lucha por los derechos hoy es un estigma que permite pensar en un plan conservador que excede al gobierno de Javier Milei.

A mediados de este año, en una entrevista con el psicólogo estadounidense Jordan Peterson, Elon Musk -dueño de Tesla Motors y SpaceX- sostuvo que su hijo Xavier fue asesinado por lo que denominó “el virus woke”, y aclaró que por esa razón se comprometió a destruirlo. Lo que el multimillonario define como “virus woke” es en realidad que a los 16 años Xavier se identificó como una persona trans e inició un proceso de transición de género y cambió legalmente su nombre a Vivian Jenna Wilson. Y lo que quiere destruir es lo que en Estados Unidos se define como DEI (por sus siglas en inglés), que busca reconocer la diversidad, la igualdad y la inclusión.
A los dichos de Musk se suma que desde la victoria electoral de Donald Trump importantes empresas norteamericanas anunciaron que iban a dar por terminados sus programas para promover la igualdad de género y evitar la discriminación en el ámbito laboral. Esto se debe a la presión mediática que les demanda hacer negocios de una forma entendida como políticamente neutral y no ideológica. Así varias empresas desactivaron los programas DEI que fueron una prioridad durante la administración de Joe Biden, quien al inicio de su mandato firmó una Orden Ejecutiva para promover los derechos civiles, la justicia racial y la igualdad de oportunidades en la Administración Federal.
Esta ampliación de derechos y la promoción de igualdad de oportunidades es lo que personas ultraconservadoras como Trump y Musk definen como “agenda woke”, “ideología woke” o “virus woke”, y entienden que hay que terminar con esto por considerarlo adoctrinamiento ideológico. Este discurso fue retomado en Argentina sin referirse al término woke, pero sí al progresismo o “lo progre”, y de hecho, durante el proceso electoral se puso en duda que políticas de ampliación de derechos o de visibilidad de las diversidades sexo genéricas, como el uso del lenguaje inclusivo y el DNI no binario, fueran motivos por los cuales Javier Milei salió victorioso en el balotage.
¿Qué es la agenda woke?
La palabra “woke” surge en el marco de la lucha antirracista en los Estados Unidos y se utilizaba para definir a alguien que despertaba o se volvía consciente de las injusticias que sufrían las personas afroestadounidenses. Posteriormente, en 2013, después de la absolución de George Zimmerman por la muerte del adolescente afroamericano, Trayvon Martin, de un disparo de bala, el movimiento Black Lives Matter volvió a utilizar ampliamente el término woke en el marco de las denuncias sobre la violencia policial y la discriminación racial. Pero además su uso se extendió para incluir el despertar o tomar conciencia sobre otras formas de opresión y desigualdad.
Quienes denostan esta agenda sostienen que no existen desigualdades estructurales y que el racismo, el machismo, el colonialismo y otros ismos son inventos ideológicos que buscan adoctrinar a la sociedad. Por este motivo no están de acuerdo que en las escuelas y las universidades se enseñe sobre estas cuestiones, ni que se utilicen recursos públicos para garantizar políticas de igualdad racial, de género, de clase, etnia, entre otros.

Javier Milei, en la gala del America First Policy Institute (AFPI) en Mar-A-Lago en Palm Beach. Foto: Carlos Barrio
De esta manera, woke se volvió un insulto político que busca poner en cuestión las diversas opresiones, negando que haya sectores oprimidos, vulnerados o subalternos. Asimismo, también se plantea que esta agenda confunde la educación sexual y anatómica que debe estar en manos de los padres y madres, con la “ideología de género” que se enseña en las escuelas, denunciando algunos materiales como corrupción de menores y sosteniendo que algunos materiales de la “educación woke” rayan la pornografía.
¿Qué es “lo woke” en Argentina?
Desde hace unos años se viene discutiendo sobre “lo progre”, pero con la llegada al gobierno de Javier Milei “progre” se volvió sinónimo de “kirchnerista”, “kirchnerista” se volvió sinónimo de “zurdo”, “zurdo” se volvió sinónimo de “marxista” y “marxista” de “Agenda 2030”, que es en definitiva la “agenda woke”. Así, cada vez que puede el presidente, sus ministros y otros miembros del gobierno arremeten contra cualquier tipo de derecho, explicando que es parte de la ideología “zurdo-kirchnerista-marxista” y su plan para terminar con “la libertad”.
Antes de ser electo Milei explicaba que el problema de la Argentina era el modelo que sostiene que “donde hay una necesidad nace un derecho” -haciendo alusión a la frase peronista. Y que las necesidades son infinitas y los recursos finitos y entonces la solución es la no intervención del Estado y la propiedad privada. En el marco de esa explicación la justicia social es, según Milei, “robarle a alguien para darle a otro”.
Pero “lo progre” no es una discusión instalada por los libertarios, ya a fines del gobierno de Alberto Fernández, en el marco de las organizaciones identificadas con el campo nacional-popular esto se tradujo en una discusión en la que se planteaba que “lo progre” estaba vinculado con ocuparse de cuestiones “simbólicas”, como el uso del lenguaje inclusivo, e instaló un debate fuerte sobre si tenía sentido hablar con la E cuando muchas personas sufrían hambre.
Si una posible traducción de “woke” es despertar y tomar consciencia de las injusticias, la narrativa del gobierno libertario busca arremeter contra cada una de las ideas de justicia, desde la social hasta la climática, básicamente porque se afirma en la idea de la no existencia de desigualdades estructurales, salvo las que se dan cuando se aplican estas formas de justicia, porque en ese momento alguien pasa a robarle a otro. Y más allá de su narrativa, sus acciones concretas, como el cierre del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad o el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI), son muestras claras de la no priorización de estas agendas.
Esto además es llevado al campo científico y educativo, en donde se denuncia como adoctrinamiento e ideología todo lo que se vincule a las problemáticas como género, diversidad y cambio climático. Así, hace unos meses se denunció que en el INTA no se podía hablar de cambio climático, sustentabilidad, agroecología, género, biodiversidad, huella de carbono en publicaciones del organismo. El presidente del CONICET, Daniel Salamone, apoyó a un troll que se quejaba de que el organismo financiara estudios sobre género y cambio climático, sosteniendo en su cuenta de X que estaba trabajando para concentrarse en ciencia basada en evidencias y no ideologías. Mientras el presidente de la Administración de Parques Nacionales, Cristian Larsen, sostuvo en un posteo que “En Parques Nacionales no fomentamos el curro de la agenda 2030. Fin”
Otra gran atacada por los discursos en contra de la agenda woke o progre es la Ley de Educación Sexual Integral (ESI). Durante la campaña electoral Milei sostuvo en los medios de comunicación que la ESI era una manera de exterminar a la población. “Quizás la gente no lo sabe, pero esto es parte de la agenda del postmarxismo. Entonces, es parte de esa agenda postmarxista que tiene que ver con la destrucción del núcleo social más importante, que es la familia” dijo en declaraciones en TN.
Luego el gobierno tuvo que admitir que una organización católica, vinculada a los sectores más conservadores de la iglesia como el Opus Dei, la ONG chilena Teen STAR, que promueve como único método anticonceptivo la abstinencia, brindó un curso para formadores de docentes que tiene que aplicar la ESI. Y además instalaron un escándalo mediático porque “Cometierra”, el libro de la escritora Dolores Reyes, formaba parte del plan de lectura de la Dirección General de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires, para estudiantes de secundaria y educación superior. Mediante una publicación en su cuenta de X, la vicepresidenta, Victoria Villarruel manifestó que “Los bonaerenses no merecen la degradación e inmoralidad que Kicillof les ofrece. Existen límites que nunca deben pasarse. ¡Dejen de sexualizar a nuestros chicos, saquen de las aulas a los que promueven estas agendas nefastas y respeten la inocencia de los niños! ¡¡Con los chicos NO!!”.
La defensa de Occidente
Lejos de una casualidad, los discursos que se repiten en espejo en Estados Unidos y Argentina, pero también en otros países del mundo, tienen el objetivo de defender los valores tradicionales y a todo Occidente del virus que lo ataca, el virus woke. Y para esto tienen en claro que la principal batalla es la cultural, por eso el think tank estadounidense Heritage Fondation elaboró el “Proyecto 2025”, un programa extremista para que el próximo presidente de EEUU desmantele derechos en el país y en otros países. El programa fue redactado con la colaboración de cien organizaciones de ultraderecha.
Este proyecto busca reconfigurar el gobierno federal en 180 días, despedir miles de empleados públicos y reemplazarlos por personas leales a la causa conservadora, erosionar la separación de poderes, atacar la educación pública y eliminar o restringir los derechos de las mujeres y personas LGBTTIQ+. También busca desmantelar políticas para enfrentar la crisis climática e impulsar un modelo energético basado en combustibles fósiles. El programa forma parte de un manual de 887 páginas titulado “Mandate for Leadership: The Conservative Promise” (Mandato para el Liderazgo: la promesa conservadora), publicado por la Heritage Fundation, un centro que define su misión como: “formular y promover políticas públicas conservadoras basadas en los principios de libre empresa, gobierno limitado, libertad individual, valores estadounidenses tradicionales y una poderosa defensa nacional”.

El prólogo del manual sostiene que el próximo presidente de los Estados Unidos debe “eliminar de cada norma, agencia regulatoria, contrato, subsidio, regulación y ley federal existente los términos orientación sexual e identidad de género, diversidad, equidad e inclusión, género, igualdad de género, equidad de género, conciencia del género, sensible al género, aborto, salud reproductiva, derechos reproductivos y cualquier otro término usado para privar a los estadounidenses de los derechos de la primera enmienda”.
Esto no solo queda en los programas escritos, sino que se debate en diversos encuentros que los líderes conservadores vienen llevando adelante, como la Cumbre Europa Viva 24 en Madrid, de la que participaron Javier Milei, Marine Le Pen, Giorgia Meloni, Viktor Orban, entre otros, pero también integrantes de la Heritage Fundation y otras organizaciones de ultraderecha.
Otro espacio donde esto se discute es la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC), el foro conservador más antiguo de los Estados Unidos, organizado anualmente por la Unión Conservadora Estadounidense. Milei participó del encuentro realizado en noviembre en Palm Beach, y luego encabezó el encuentro en la Ciudad de Buenos Aires, el 4 de diciembre.
La construcción de un estigma
En 2017 el diccionario Oxford definía a woke como “estar consciente de temas sociales y políticos, en especial el racismo”, pero las definiciones de diccionario no siempre van de la mano de las definiciones sociales y sobre todo del fuerte trabajo mediático y cultural para instalar sentidos hegemónicos. Hoy “woke” es utilizado por las ultraderechas como un estigma, para referir a todo aquello que estuvo mal y que ellos vienen a revertir. Esta disputa cultural y simbólica tiene consecuencias concretas en la realidad de las personas y sobre todo en sus derechos.
En un mundo en el que las derechas ultra-conservadoras y radicalizadas avanzan en distintos países poniendo en cuestión absolutamente todos los derechos, ¿cómo quienes pretendan derrotarlas podrán hacerlo sin entrar en un juego que implique medir las desigualdades e injusticias estructurales y caer en discusiones sobre las prioridades entre ellas? El racismo, el machismo, el colonialismo, el capacitismo, el heterocisexismo son sistemas opresores y violentos como la desigualdad de clase. Sin embargo, uno de los éxito de las derechas ultraconservadoras ha sido instalar la idea de que mientras estos “ismos” son ideologías adoctrinadoras, del otro lado hay neutralidad política, y que en todo caso quien no tiene derechos es porque no se esforzó individualmente lo suficiente para lograrlo.
La derecha entendió que lo que había que disputar eran los sentidos que las agendas progresistas habían logrado instalar y fundamentalmente los avances en derechos que los transfeminismos consiguieron. En este sentido, la construcción de alternativas a estos proyectos se encuentran con el desafío de tener que defender la justicia social, ambiental, de género y racial en el marco de un discurso que estigmatiza esta defensa con los calificativos de “woke” y “progre”. ¿Cómo construir nuevos horizontes de posibilidad y nuevas narrativas que a nivel mundial puedan disputar lo que la derecha conservadora viene armando sin distinguir fronteras?