La cuestión Malvinas reaviva la pregunta sobre qué piensa realmente el gobierno libertario sobre la soberanía de las islas. Mientras la Vicepresidenta Villarruel representa un ala más nacionalista, Milei y su entorno adoptan una postura más flexible y liberal. Sin embargo, el fuerte consenso social en torno a la argentinidad de las Malvinas obliga a moderar discursos y posicionamientos.

“A Pfizer las Islas Malvinas se la podríamos haber dado”, dijo la actual Ministra de Seguridad Patricia Bullrich en una entrevista cuando la pandemia estaba llevándose vidas como un monstruo que todo lo devora. Freud analizaba que los “fallidos” o “deslices”, en realidad constituyen deseos reprimidos o pulsiones del inconsciente que se significan en las palabras. Más allá de las disculpas -porque los grupos de veteranos repudiaron sus dichos-, según los psicoanalistas, lo que importa es lo dicho y no lo que se quiso decir. Y no, no es que quiera hablar de psicoanálisis porque no es mi campo, pero sirve para saber qué pensaron (y piensan) los sectores que conforman el actual gobierno sobre Malvinas.
No podríamos decir, sin embargo, que existe unidad de criterio en los libertarios en torno a cómo debería abordarse la cuestión geoestratégica de estas Islas tan importantes para la geopolítica internacional y para Argentina. Mientras que la Vicepresidenta Victoria Villarruel representa el ala más nacionalista, proteccionista y “dura”, Milei y su tropilla son el ala más entreguista, liberal y flexible en torno a Malvinas. Pero a la luz de un consenso tan fuerte de la sociedad argentina en torno a la argentinidad de las Malvinas y la vigencia de su reclamo de restitución, este último sector debe moderarse sobre lo que verdaderamente piensa.
Ser y parecer
Es evidente que ser y parecer no son lo mismo. La sociología y la politología han hablado demasiado sobre el asunto. Los partidos políticos y quienes los integran, no siempre mantienen un mismo discurso. Mientras se está por fuera del poder, muchos tienen un “discurso radical” y contrario al gobierno de turno. En cambio, cuando se está en la cima -quizás una cima hecha de barro y de embarre-, ese discurso se lo cambia o se omite. En 2016, Luis Espert sostenía que las Malvinas no eran Argentinas porque se habrían perdido en la guerra; mucho palabrerío y poca Constitución, digo. Pero la guerra no invalida la argentinidad de esas Islas y no, no estoy reivindicando la guerra, por si las moscas.

Twitt eliminado por Jose Luis Espert de su cuenta oficial
La acólita maquillista del presidente, cosplayer y hoy diputada de LLA, Lilia Lemoine, sostuvo en 2022 que había que separar a Margaret Thatcher de la guerra de Malvinas y rescatar que “salvó a Gran Bretaña del socialismo”. Este discurso no roza, sino que toma las palabras exactas de la última dictadura militar argentina para hablar de la “subversión”.
No se pueden separar y menos cuando un presidente sostiene que es admirador de Margaret Thatcher -nuevamente, en esa admiración hay problemas en la construcción de un perfil propio.

“Iron Lady” fue quien ordenó derribar al buque ARA General Belgrano cuando navegaba por fuera del radio de exclusión fijado por ellos. El tema se ha llevado a los organismos internacionales para que sea considerado un crimen de guerra porque se llevó la vida de 323 soldados argentinos. No, no se puede separar.
Malvinas bien vale unos dólares
Para botón de muestra, empecemos por algo simple pero sintomático. Porque el diablo está en los detalles. Ni bien asumió este gobierno, se modificó el nombre histórico que tuvo el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto. Ahora, se llama Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto. La línea promovida por el gobierno y el Canciller Gerardo Werthein representa, en el ámbito diplomático, un problema. Pues argentina está enviando a diversos países “embajadores comerciales”, ya que el énfasis está puesto en obtener dólares a como dé lugar. El riesgo de llevar adelante tal operación, es que se pierden embajadores con formación diplomática que sepan y batallen jurídicamente el planteo argentinos (tomado por todos los gobiernos sin distinción) de que las Malvinas son argentinas.
El veterano de guerra y director del Observatorio Malvinas de la Universidad Nacional de Lanús, dialogó con Lucas Molinari sobre los cambios en cancillería y la Causa Malvinas.
Más aún, el gobierno ha cerrado los ingresos a carrera diplomática hasta el 2027. Creo que nuevamente estamos en presencia de las relaciones carnales menemistas con el establishment internacional. “La historia no se repite, pero a menudo rima”, dice una frase atribuida al escritor Mark Twain. Esta rima demasiado, pienso. O por qué no volver a Marx, “la historia se repite primero como tragedia y luego como farsa”. Una farsa barnizada de “nueva política” cuando ya la vivimos en los 90, pero ahora vuelve recargada.
Volvamos a las palabras, ellas son las que importan. En una entrevista brindada a la BBC en mayo del año pasado, el presidente insistió en que la restitución de las Malvinas “es una demanda que va a llevar tiempo. No vamos a resignar nuestra soberanía. ¿No es el momento para discutirlo hoy? Bueno, será en otro momento”. Creo que esa es la estrategia del gobierno respecto a Malvinas. Patear la pelota hacia adelante. Porque por detrás de esas palabras, la cuestión es otra. Argentina sigue brindando asistencia logística a barcos que realizan actividades comerciales en Malvinas o que incluso pescan en esas aguas jurisdiccionales tenidas como argentinas.
En 2024, la pesca de calamar Loligo en las zonas circundantes de las Islas alcanzó aproximadamente 40.000 toneladas, siendo la mayoría de los buques de nacionalidad no argentina. Con esas cantidades los pescados y mariscos en el Continente deberían costar casi como caramelos; ¿a cuantos niños pobres se les podría dar de comer si el Estado argentino pescara esta cantidad?
Tensiones en el oficialismo: el control del Atlántico Sur en el centro del debate
Se han comprado aviones de guerra por millones de dólares cuando Argentina no tiene hipótesis de conflictos exteriores. Sin embargo, ya no se fabrican -cosa que se hacía antes-, ni compran buques para poder controlar las 200 millas marítimas que los estados soberanos dominan en sus costas y frenar la depredación de esos los recursos ictícolas por parte de países como China, Taiwán, España y Rusia, entre otros países . En 2023 el piloto civil y empresario Enrique Piñeiro, mostró desde su avión, “grandes ciudades en el mar”. Es decir, cientos de buques pesqueros depredando los recursos pesqueros y violando la delimitación de no ingresar a faenar en las costas argentinas. Todavía, esas licencias se siguen tributando al gobierno de Malvinas y no al Estado argentino. Es cierto que la falta de control ya venía de gobiernos anteriores, no obstante que siga ocurriendo no deja de ser problemático. Seguimos, dándole lamentablemente, las espaldas al mar. Si el Martín Fierro se hubiera escrito en Malvinas, seguramente ese gaucho asaría pescados a la estaca.
Esta situación genera tensiones entre el sector “más duro” respecto a Malvinas, es decir, el de Victoria Villarruel -recordemos que su padre combatió en las Malvinas y es denunciado por violaciones a los DD.HH. en el Continente -que oficia de portavoz de algunos sectores de veteranos más ligados a las Fuerzas Armadas. No es casual que se haya expedido en septiembre del año pasado, cuando se conoció que Argentina reabriría los vuelos mensuales que hacen los Isleños vía Brasil con escala en Córdoba: “la propuesta de acuerdo anunciada con el Reino Unido es contraria a los intereses de nuestra Nación.
Esta propone entregar apoyo logístico continental a la ocupación y permitir de hecho que puedan seguir depredando nuestros mares, ¿Para qué? ¿Para ir a visitar nuestras islas con visa y pasaporte?”, dijo la Vicepresidenta desde su cuenta de X. Mediante ella, han protestado los veteranos por esta colaboración con Gran Bretaña y la designación de la nueva embajadora, Marina E. Plaza, que venía de ser apoyada por la ex Canciller Diana Mondino. Plaza es fuertemente denunciada por diversos Centros de Veteranos de Guerra, ya que sostienen que “pretende dejar de lado la reivindicación de los derechos soberanos sobre las Islas Malvinas”. No cuenta con el rango que se requiere para el cargo y su presencia en Londres estaría vinculada a un estrategia de asimilación con Gran Bretaña, lo que haría “dormir el reclamo por Malvinas”.
Hasta ahora viene ganando el sector de Milei y el resultado sobre Malvinas está abierto porque Villarruel decide recatarse. Es extraño que Villarruel piense que el alineamiento ideológico con el trumpismo llevará a que este apoye nuestro reclamo por las Malvinas, en ese sentido revive posiciones fantasmáticas que ya usó la última dictadura argentina y sabemos qué pasó. Termino esta nota yendo sobre las últimas palabras del Tweet de la Vicepresidenta: “Porque somos amigos de todos, pero primero de la patria”, sostuvo. Yo diría, más bien, que LLA- incluso en sus tensiones y diferencias internas- es amigo de todos, pero primero, de los dólares.