Maestro, militante sindical y candidato a legislador por Es Ahora Buenos Aires, Gustavo Cañete lleva al corazón de la Ciudad una historia de compromiso con la clase trabajadora, forjada y consolidada en Villa Jardín, Lanús.

Gustavo Cañete es “Cañe”. Y Cañe es ese compañero con quien la charla fluye: directa, sencilla y con humor. Te va a medir con el peronómetro, pero también te va a elogiar si algo de lo que decís lo sorprende. En política, la honestidad adopta muchas formas, puede nacer de un discurso coherente o de esa certeza íntima de que no te están chamuyando.
Porque decir la verdad y no chamuyar no son lo mismo. De hecho, casi podrían estar en las antípodas. No chamuyar tiene barro en las zapatillas, huele a cercanía y, sobre todo, apunta a un objetivo: convencer.
Desde hace años — casi podríamos hablar de décadas — la realidad se presenta en forma líquida. Los grandes relatos se han vuelto raquíticos y las epopeyas nacionales se disuelven en el aire. Sin embargo, hay tres ejes que siguen vivos: convencer, acercar y entusiasmar. Esos lineamientos históricos continúan dando forma a la gramática de la política. Esa gramática que se resume así: acercar personas, argumentar con claridad, compartir objetivos y construir consignas sólidas. Cañete encarna un poco eso: un militante popular inmerso en una sociedad líquida.
Las huellas de un candidato
Hace años, Diego cruzó a Pipo Gorosito por insinuar que en el sur del Gran Buenos Aires la gente era de Banfield. “En Fiorito y en el sur, la gente es de Lanús”, dijo Maradona. Y aunque no hace falta forzar analogías, es difícil hablar de Lanús sin pensar en Fiorito y en el barrilete cósmico.
Gustavo Cañete nació en el mismo territorio que el hijo de La Tota. Vino al mundo el 4 de agosto de 1980, en plena dictadura. Se crió y se formó en Villa Jardín. Se puso el cuadrillé en la Escuela N.º 926, hizo la primaria en la N.º 67 y cursó la secundaria en el Sagrado Corazón.

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Aunque hoy, sin Francisco en Roma, el vínculo entre cristianismo y lo popular se volvió tema de agenda, la historia de Gustavo sigue siendo tan clásica como los episodios que componen el drama nacional. Hijo de una empleada doméstica y de un albañil correntino — quienes comenzaron su vida de pareja en Fiorito — se acercó a la militancia a través de la Iglesia. La Acción Católica fue su semillero: las inferiores que lo llevaron a la primera del activismo político.
Quizás alguien crea que la frase “en mi casa había una foto de Perón en la cocina” solo pertenece al folclore peronista. Pero Cañe cuenta que en su casa siempre se habló de política. Y claro, el albañil que oficiaba de padre llevaba la batuta: si él era peronista, la doctrina del hogar era la de Juan y la de Eva. No hay dudas, ya sabemos qué foto colgaba en la cocina de los Cañete.
Gustavo abrazó esa herencia. Y en sus recuerdos siguen grabadas, con tinta indeleble, las anécdotas de aquella Unidad Básica de Itá Ibaté, que Don Cañete evocaba con orgullo al hablar de su Corrientes natal.
SUTEBA y el paso de la militancia católica a la sindical
En la Argentina posterior al ’55, los límites entre la militancia católica y el peronismo muchas veces se desdibujan. Para un sector del país, ser peronista y compartir el espíritu del Concilio Vaticano II no resultaba contradictorio ni transitorio. Por eso, el padre Carlos Múgica ocupa un lugar central en el panteón de la Tercera Posición y en la sinergia que aún persiste entre Juan Domingo y el hijo del carpintero. En este sentido, Cañe no fue la excepción. De los curitas y las monjas pasó a la militancia sindical docente sin rupturas, y hasta podríamos decir que lo hizo con una continuidad sin arrugas.

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SUTEBA Lanús lo recibió en sus primeros pasos, y la UTE terminó de formarlo. Hoy integra la comisión directiva del sindicato de base de CTERA en la Ciudad de Buenos Aires. No olvida cuánto lo marcaron los consejos de Graciela Cingolani y las reflexiones de Stella Maldonado. Esta última dijo una vez: “Si alguien piensa que los jóvenes no pueden tener un futuro mejor, que no sea docente”. Cañe hizo programa de esa frase y la combinó con noches de asado y vino junto al Nono Frondizi, histórico dirigente del movimiento obrero. En aquellos amaneceres, viejos cuadros formaban a cuadros jóvenes (suena a fantasía, ¿no?).
Hay experiencias que se inscriben con fuerza en la identidad militante, y resultan imposibles de diluir. Algo de eso dejó Stella en él. ¡Ojo! También es congresal por la CTA Nacional que conduce Hugo Yasky, y sobre todo, el papá de Lucio.
¿Para quién legislar?
Este medio podría intentar disimular la simpatía que le genera un candidato surgido del sindicalismo, de la militancia católica de base y de la clase trabajadora. Podría, pero no le interesa. Gustavo Cañete — junto a Mariana González, Matías Gallastegui, el “Pitu” Salvatierra y Noemí Geminiani — proviene de ese mundo. Y eso marca una diferencia en la lista de Es Ahora Buenos Aires. Hasta podríamos animarnos a decir que, en muchos casos, son el motor que impulsa a sectores del activismo a militar por la candidatura de Leandro Santoro.
Recorrida de campaña en el Distrito Escolar 20
Más allá de los firuletes de cronista, el debate político y la agenda pública siguen girando en torno al enfrentamiento entre el establishment y los sectores nacionales-populares, progresistas e incluso de izquierda. Pero hay una pregunta que permanece en el centro: ¿para quién se legisla y con qué objetivo?
En cada recorrida, Cañete insiste en recuperar valores que parecen olvidados: el amor, el compañerismo y la empatía. Afirma que la política debe ser un horizonte de sentido colectivo, no una maquinaria para legitimar el odio. Y cuando se va al hueso, el candidato no duda: “El problema no es el gasto — afirma — sino la distribución. En la Argentina de hoy, las cinco familias patricias de siempre se siguen comiendo la guitarra solitos”. Un diagnóstico claro: sin justicia social, no hay Ciudad posible.