En el partido de Pinamar, Reciclando Conciencia, gestiona por año 1.500.000 kilos de residuos reciclables. Lo que muchos ven como basura, ellos lo entienden como recursos y lo transforman en puestos de trabajo, muebles de madera plástica e insumos para una construcción sustentable. Mientras los funcionarios de las principales ciudades del mundo repiensan qué hacer con los residuos, las cooperativas de reciclado sirven como inspiración frente a la contaminación.

FOTO: Equipo de Reciclando Conciencia
A pesar de las diferencias entre las distintas ciudades de Argentina, todas las urbes del país presentan desafíos en el manejo de los residuos, ya sea en su retiro, su proceso de reciclado o su disposición final, es decir, el lugar donde se depositan. Este es un problema transversal que afecta de manera integral en las grandes concentraciones urbanas y que se viene acrecentando con el tiempo.
Según cifras oficiales, en el país el promedio de generación diaria de residuos es de 1,15 kg per cápita, lo que representa unas 49.300 toneladas diarias y alrededor de 18 millones de toneladas anuales.
El destino final de estos materiales se vuelve aún más relevante en un contexto marcado por la crisis climática, con la urgente necesidad de reducir la contaminación para preservar ecosistemas en espacios verdes, humedales, bosques, ríos, lagos y mares con el fin de disminuir los efectos de los eventos climáticos extremos.
Si se tiene en cuenta que más del 92% de la población del territorio argentino vive en zonas urbanas, lo que implica una gran generación de residuos concentrada en ciudades. La planificación del manejo de los residuos se vuelve indispensable a ser incluido como plan de gobierno de municipios y provincias.
En Pinamar, la Cooperativa de Trabajo Reciclando Conciencia ya tiene 15 años de trayectoria y desde 2014 ha logrado recuperar más de 8.905 toneladas de residuos de la zona gracias a la acción voluntaria de los vecinos que acercan vidrio, cartón, papel, tetrabrik y latas a las islas ambientales ubicadas en las principales calles de Cariló, Valeria del Mar, Ostende y Pinamar.

FOTO: Guadalupe Oliverio
A su vez, gestionan residuos voluminosos como heladeras y camas que de otra forma se acumularían en esquinas de los barrios de Pinamar. Y, en el último año, lograron una certificación como Refuncionadores de Residuos de Aparatos Eléctricos y Electrónicos (RAEEs) como celulares, computadoras, entre otros. Algunos se arreglan y vuelven a ser introducidos en la economía de la zona a un precio más barato, mientras que otros son desglosados para seguir aprovechando sus partes. En la planta, también reciben aceite de cocina utilizado, que luego sirve para fabricar biodiésel, velas y jabones.
En el último mes, lanzaron una aplicación llamada Scrapy, en la cual ofrecen retiro puerta a puerta. Los vecinos la descargan en su celular, seleccionan el día y la hora en la que quieren que pase Reciclando Conciencia y suben una foto de los residuos reciclables que tienen en sus hogares. “Sumamos esta tecnología porque queremos que sea más fácil la separación en origen para los vecinos”, explica Marilin Minhot, presidenta de la Cooperativa Reciclando Conciencia.
Este trabajo cotidiano realizado por 44 familias logra reducir considerablemente los volúmenes de desechos que llegan al basural a cielo abierto ubicado sobre la Ruta 11, a pocos kilómetros de las casas de todos los habitantes de Pinamar.

FOTO: Guadalupe Oliverio
“Las cooperativas surgen de una necesidad social”, asegura Marilin. En 2010, ella junto a un grupo de activistas ambientales (que todavía no se reconocían como tales) recorrían las calles de su pueblo, Ostende, limpiando las esquinas en las cuales se acumulaban residuos y muebles viejos que la población tiraba. “Parecían basurales a cielo abierto en chiquito”, agrega.
“Limpiar la calle fue una excusa para poder juntarnos y andar, que es lo que mejor nos sale a hacer a los humanos. Andar en comunidad, andar en grupo. Decíamos ‘bueno, nos juntamos y hacemos esto’ y en ese proceso entendimos que al cuidar el planeta estábamos haciéndole un favor al mundo y, también, nos estamos haciendo un favor a nosotros”, explica Marilin.
Empezaron siendo unos pocos amigos con sus hijos y hoy en día, son 44 familias las que trabajan durante todo el año, algo que es un mérito en un municipio donde de diciembre a marzo hay pleno empleo, pero cuando se van los turistas y las playas quedan vacías, muchos jóvenes sufren la falta de oportunidades.
Creación de empleo verde a partir de la gestión de residuos: una alternativa a la desocupación en Pinamar
Micaela Suárez trabaja hace más de un año en Reciclando Conciencia. Llegó a la cooperativa luego de trabajar como empleada de limpieza en los hoteles de Pinamar durante la temporada de verano. “Una se cansa de esa dinámica y empezás a querer algo estable. Porque son tres meses y bueno… después el resto del año es complicado. Nadie te llama”, cuenta.

FOTO: Guadalupe Oliverio
El relato de Micaela se repite en muchos jóvenes y adultos que viven todo el año en la costa, pero no logran mantener empleos estables. Hoteles, restaurantes, comercios tienen su pico de actividad durante el verano, cuando llegan los turistas. En el verano arrasan: llevan al extremo los cuerpos de los habitantes con jornadas laborales extensas de lunes a lunes y se sobrepasan los límites ambientales con la generación de residuos. A partir de marzo, dejando un vacío en muchas personas que tienen que buscar “changas” para subsistir y un pasivo ambiental del cual solo la cooperativa de manera autogestionada se hace cargo.
Tomás Mendez, trabajador de Reciclando Conciencia del área de la cinta de separación, pone en palabras esto: “Trabajé en gastronomía y la verdad que es una carnicería, si puedo ser crudo… No les importa lo que te pasa, tus intereses personales, solo les importas cuando tenés un cliente enfrente”. Y agrega: “Yo no pude soportar. No quise aguantar más ese ritmo”.
“Me gusta la cooperativa porque es un laburo bastante dinámico y por lo que significa también para con la naturaleza, con el ambiente. Ves en concreto el impacto que genera”, cuenta Tomás.
Micaela tiene una sensación similar sobre el rol de Reciclando Conciencia en la zona. “Me gusta y me llama mucho la atención lo que es el conocimiento del material, de lo que es o no es basura. Yo, la verdad, cuando entré no sabía nada y mis compañeras me fueron enseñando. Ahora me manejo re bien. Estoy en la compactadora de film, ese plástico con el que se envuelven los alimentos, ¿viste?, eso se compacta y se vuelve a vender”, explica.
Ella y sus hijos no separaban sus residuos. Pero desde que entró a trabajar a la cooperativa, algo cambió en su casa. “Le explico a mi familia que todo eso que tiraban al tacho es material, que sirve, que se puede volver a usar. Y ellos ahora entienden que es el salario de mamá y también que están ayudando al planeta”, detalla Micaela.
“Le explico a mi familia que todo eso que tiraban al tacho es material, que sirve, que se puede volver a usar. Y ellos ahora entienden que es el salario de mamá y también que están ayudando al planeta”
Micaela, SOCIA DE LA COOP. reciclando conciencia
Producción desde los residuos: fabricación de muebles de madera plástica
Durante los últimos años, el ambientalismo popular se enfrentó con distintos referentes del mal llamado “desarrollo” que, desde diversos espacios, disciplinas y colores políticos argumentaban al unísono que la extracción y exportación de “recursos naturales” (en realidad, “bienes comunes naturales”), ayudaría a la Argentina a superar las sucesivas crisis económicas que atraviesa.
Algunos referentes de estos espacios aseguraron que en el país existe un “ambientalismo bobo” que “adquirió poder de veto sobre las actividades económicas”. “El ambientalismo, tal como está ahora, afecta al desarrollo porque se niega a todo proyecto con potencial exportador”, argumentaba uno de los economistas referentes de esta postura en una entrevista en Radio Con Vos con el periodista Alejandro Bercovich.

FOTO: Guadalupe Oliverio
Asambleas populares, organizaciones sociales, sindicales y políticas levantan su voz para demostrar que Argentina se está convirtiendo en un “laboratorio a cielo abierto del extractivismo” y retomaron los conceptos de la activista Maristella Svampa para asegurar que se trata de un modelo de mal desarrollo el que se propone.
Actualmente, Argentina entrega agua, petróleo, minerales, humedales, bosques, gas, soja, animales para el modelo extractivista… Y, sin embargo, el porcentaje de pobres del país no paró de crecer en las últimas décadas.
En medio de esta discusión, aparecen proyectos cooperativos como el de Reciclando Conciencia que demuestran que es posible hablar de desarrollo, de producción y de trabajo desde el ambientalismo popular: sin contaminar, sin arrasar los bienes comunes naturales y sin enfermar a las poblaciones.
A principios de 2025, Reciclando Conciencia anunció el lanzamiento de “Cicla”, una nueva línea de producción de muebles de madera plástica hecha 100% con materiales reciclables que gestiona la cooperativa.
Carlos Mendez, fundador de la cooperativa, asegura que es irracional seguir extrayendo recursos de la naturaleza cuando una correcta gestión de los residuos brinda toneladas de materiales que pueden ser reutilizables. “Son productos de triple impacto: ambiental, social y también económico, porque podemos ofrecerlos a un precio menor, teniendo en cuenta la crisis económica que atraviesa el país”, nos explica.

FOTO: Guadalupe Oliverio
La última temporada dejó cientas de sillas de plástico que se usan en los balnearios rotas. “Todo junto es basura, pero si los separamos son recursos”, dice Carlos mientras nos muestra uno de los listones de madera plástica con los que se crean decks, sillas, mesas, cestos. “Las plazas de todas las ciudades de Argentina deberían estar hechas con este material”, afirma.
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Una correcta inversión estatal en gestión de residuos fomentaría la creación de empleo verde y la industria nacional con la producción de madera plástica y otros materiales que pueden ser utilizados en la construcción como los tejados producidos con tetrabrick que ya funcionan en muchos hogares. Además, implicaría que las empresas (grandes generadores de basura) cumplan la legislación existente que los obliga a separar y reciclar. En ese proceso, se estaría avanzando en un mayor equilibrio y armonía entre las ciudades y el ambiente, reduciendo ampliamente la contaminación y la extracción de bienes comunes naturales.
Increíble nota, felicidades!